EN EL "POEMA DE MIO CID"
Publicado en: Studia Hispanica
Medievalia II. Actas de las III Jornadas Internacionales de Literatura Española
Medieval, Buenos Aires, Argentina, agosto 23-25, 1990, eds. Rosa E. Penna y María A. Rosarossa. Buenos Aires: Universidad Católica
Argentina, 1992, pp. 15 - 24.
En el presente ya es
incuestionable la existencia de varios niveles de significación en el PMC. Junto al nivel expresivo,
meramente denotativo, se acepta la postulación de uno o varios niveles
connotativos[1]. Sin embargo,
pese a los esfuerzos de la crítica —dada la complejidad del tema— la cuestión
dista mucho de estar resuelta.
No es nuestro propósito
adentrarnos en esa discusión, simplemente nos limitaremos a postular la
existencia de dos niveles de significación: uno, expresivo de carácter
denotativo, y otro connotativo, que denominaremos nivel mítico[2]. En este nivel
mítico[3] es donde los
objetos y personajes adquieren, en plenitud, su dimensión simbólica.
En el nivel expresivo, el Cid
—buen vasallo si tuviese buen señor— no evoluciona; sí, en cambio, evoluciona
su relación con el rey y su status: hoy los reyes de España "sos parientes
son". La comprensión de esta imagen del Cid, humilde ante el rey y grande
entre reyes —la comprensión de la "cideidad"— es la aprehensión del
mito y de la esencia temática del Poema.
Dicho en otras palabras, el diseño
de la imagen del Cid, con todo lo que ello implica, esto es, su carácter,
virtudes, gestos, proezas y entorno, en el nivel mítico simbolizan la cualidad
o conjunto de cualidades que se proponen como modelo de hombre y que le hacen
exclamar al autor "Dios, que buen vasallo"! Esta "cideidad"
se manifiesta en dos dimensiones: interiormente como nobleza, y exteriormente
como señorío.
El conflicto se produce por el
enfrentamiento entre una concepción interior de la nobleza y una concepción
exterior de ella. En una sociedad donde el eje de los valores se ha salido de
quicio, y los malos se confunden con los buenos, la proeza poética del autor
consiste en regenerar el orden del mundo como una restitución del equilibrio
original, donde el bien y la verdad triunfan sobre la maldad y el error.
Si bien la personalidad, los
gestos y las proezas del héroe han merecido múltiples estudios, hasta donde
sabemos todavía no se han considerado en su conjunto ciertos aspectos del
entorno de los que precisamente queremos ocuparnos aquí.
En varias situaciones clave del PMC se puede observar que los hombres
que acompañan al Campeador adoptan una disposición circular; sus vasallos
forman literalmente un cerco alrededor de cl, y lo protegen. La insistencia con
que el poeta nos propone esta estructura hace pensar que se trata de un detalle
particularmente significativo.
El tratamiento de esta cuestión
requiere un examen del vocabulario que denota circularidad en relación con sus
respectivos contextos. La comparación de los casos expuestos nos revelará si
existen patrones comunes que nos permitan tipificarlos e inferir su significado
en la obra.
La idea de circularidad en el PMC, se nos propone directamente a
través de unas pocas palabras: los adverbios derredor
y
aderredor, el adjetivo redondo, los sustantivos cerca (o, cerco) y arobda (o, ronda), y los verbos cercar y arrobdar.
Las ocurrencias de estos vocablos se distribuyen de
la siguiente manera[4]:
Al comienzo del Poema, cuando el Cid acampa en la glera
de Burgos, se dice que tiene "Derredor d' él vna buena compana" (v.
60) [5]. En el contexto
general del Poema, este
acompañamiento —unos 60 hombres a juzgar por el v. 16— representa el germen de
todos los posteriores y, con él, la característica de su circularidad. Puede
apreciarse que el perímetro circular distingue dos áreas: una, exterior a la
circunferencia, y otra, interior a ella. Existiendo entre ambas una
discontinuidad, el perímetro idealmente marcado sirve de línea divisoria. En el
contexto del exilio de un lado tenemos la compañía del Cid y del otro la
hostilidad del mandato real.
En la celada de Castejón
"Moros & moras auien los de ganancia, /E essos ganados quantos en
derredor andan" (vv. 465 y s). La forma circular en este caso asociada con
la conquista y la ganancia, sugiere una zona de influencia que corresponde al
incipiente poderío del Cid.
En el episodio de Alcocer y la
defensa contra las fuerzas de Fáriz y Galve se produce la primera gran
concentración de palabras que denotan circularidad.
Primero se instala en las
proximidades de Alcocer, en un otero "redondo, fuerte & grand"
(v. 554) y, para completar los arreglos defensivos de su posición, hace cavar
una zanja "Derredor del otero" (v. 560). En este contexto, al
incrementarse el peligro del exterior, el perímetro que hacía las veces de
línea divisoria en la glera de Burgos, se convierte en cerco defensivo[6]. Esta
estructura, con pocas variantes, es la que se adoptará en cada ocasión de
riesgo.
Luego de la toma de Alcocer,
cuando los moros planifican su reconquista, se puede observar que el consejo
del rey Tamín presenta también una disposición circular: (dice el rey Tamín)
"Tres reyes veo de moros derredor de mí estar" (v. 637).
El cerco de Alcocer y las rondas
de la hueste mora ocupan el fin de la tirada 32, toda la 33 y parte de la 34;
en poco menos de 40 versos, hay 5 ocurrencias de los vocablos enlistados. La
circunferencia, aquí representada por el cerco y las rondas de los moros, tiene
su contrapartida en el implícito arreglo defensivo del Cid. En efecto, al
apoderarse de Alcocer, la ciudad ha entrado en su zona de influencia. En el
enfrentamiento bélico que se produce con el ataque moro, el perímetro circular
indica fuertemente la discontinuidad entre exterior e interior, correspondiendo
cada ámbito a uno o a otro de los bandos enfrentados. Siguiendo el simbolismo
geométrico, la toma de la ciudad, que es el objetivo del cerco, coincide con la
toma del centro.
Poco antes del episodio del conde
de Barcelona, en sus correrías por las tierras de Alcañiz, se menciona que
"a derredor todo lo va preando" (v. 937); referencia ésta que
nuevamente asocia la idea de señorío con la de un creciente poderío económico.
A lo largo de la campaña que
culmina con la toma de Valencia, en poco menos de cien versos hay cinco
ocurrencias del verbo "cercar"; tres referidas al cerco que los
valencianos imponen al Cid en Murviedro y dos a su decisión de ir a cercar a
Valencia.
Conviene agregar aquí que los
números asociados con el cerco de la ciudad, repiten simbólicamente las
configuraciones que venimos observando. En efecto, el número nueve corresponde
a la duración del cerco, esto es, al período de espera en que no se vence la
resistencia de la ciudad; el número diez, en cambio, se refiere al logro de la
empresa. Pues bien, el nueve, aquí asociado al cerco, es uno de los
tradicionales divisores de la circunferencia, considerado universalmente como
número circular, y por lo tanto,
símbolo de la circunferencia y del cerco [7]; en tanto que
el diez, tradicionalmente identificado con el retorno a la unidad, coincide
aquí con la toma del centro, o sea, el dominio de la ciudad [8].
Con la toma de Valencia el Cid
torna a desplegar su cerco defensivo; a este respecto se hace mención de los
vasallos que cuidan la ciudad y "andan arobdando" (v. 1261). Debe
tenerse en cuenta que este "rondar" acompaña el esquema básico del
trazado de una ciudad. En efecto, la primera operación fundacional consistía en
erigir un pilar o hito de fundación y trazar un círculo en torno de él. La
proyección de la sombra del pilar en el círculo permitía a los romanos, según
Vitruvio, establecer el cardo y el decumanus [9]. En el nivel mítico, la toma de
Valencia equivale a una nueva fundación. Ella se verifica en el cambio de vida
adoptado por el héroe, quien deja de ser nómade, se establece definitivamente,
y pasa a ser sedentario. Con la toma de Valencia culmina la búsqueda espacial.
Valencia es "la casa"; como antes lo fuera Vivar o Burgos[10].
En las vistas del Tajo, al volver
al amor del rey, el Campeador expresa su agradecimiento: "Gradéscolo a
Dios del cielo & después a uos,/ E a estas mesnadas que están
aderredor" (vv. 2037 y s.). Aquí también el simbolismo espacial acompaña
la reunión con el rey: el Tajo, que a propuesta del rey operaba de línea
divisoria, es franqueado y el encuentro se da en el interior del círculo hecho
por los hombres del rey y los del Cid.
Cuando el león escapa de la red
mientras el Campeador duerme, los hombres embrazan sus mantos y lo rodean para
protegerlo; al despertar el Cid ve "cercado el escaño de sus buenos
varones" (v. 2293). Si se compara esta disposición con la que adoptaron
sus hombres en la glera de Burgos, se observará que es sustancialmente la
misma; las diferencias surgen del peligro más inmediato que ofrece el león.
Ulrich Leo [11] ha sospechado
que los vasallos del Campeador se recogen en torno de él buscando su
protección, pero esta opinión plantea dos dificultades insalvables: la primera
es que el cerco defensivo es la práctica corriente en las situaciones de
riesgo, como lo demuestran los casos antes señalados; y Pero Vermúdez, en las
cortes de Toledo explicita que cercaron el escaño para proteger al Campeador.
La suposición del profesor Leo de que Pero Vermúdez miente para salvar el honor
de su bando, se funda en el error de presentar a los hombres del Cid con los
mismos defectos morales de los infantes de Carrión: la mentira y la cobardía[12].
En la última y mayor batalla del Poema, la que el Cid libra contra los
moros de Búcar, la ofensiva se inicia con un cerco a Valencia. La idea de
"cerco", ahora bajo el aspecto de la delimitación de una zona particular
de influencia, vuelve a repetirse durante el combate librado fuera de la
ciudad: el obispo don Jerónimo, pelea con gran bravura porque "Los moros
son muchos, derredor lo cercauan" (v. 2390).
La descripción del robledo de
Corpes, que desde cierta perspectiva simbólica puede entenderse como la de un
recinto —donde los altos montes y las ramas de los árboles hacen de
paredes y las nubes, de cúpula—, además de acentuar el aspecto siniestro del
paisaje, le aporta una configuración circular con la mención de "las
bestias fieras que andan aderredor" (v. 2699).
Hacia el fin del Poema, en las Cortes de Toledo y en las
lides de Carrión, también encontramos una
gran concentración de estas referencias. El Cid entra en la corte acompañado
por cien de sus más fieles vasallos. El autor se detiene a detallar su
disposición:
"El va en medio, e los ciento
aderredor." (v. 3106)
Y luego, cuando el Campeador va a
ocupar su escaño, insiste:
"Los ciento qu' el aguardan
posan aderredor" (v. 3122).
Recordemos al pasar que, llegada
la escena de los retos, Pero Vermúdez vuelve sobre el cerco que hicieron cuando
fue lo del león.
Muño Gustioz, poco más adelante,
se burla de Asur González recriminándole: "Antes almuerzas que vayas a
oración / A los que das paz, fártaslos aderredor." (w. 3384 y s.). La
referencia a su mal aliento sugiere irónicamente la zona de influencia o
exclusión generada por un cerco defensivo.
Fiel a su promesa, el rey protege
a los caballeros del Cid cuando se aprestan a combatir en Carrión. Esta
protección también adopta la forma de cerco defensivo: "derredor d' ellos
muchos buenos varones" (v. 3587).
La descripción del escenario de la
lid, también configura un recinto, donde la demarcación del campo indica la
planta y la referencia a la bóveda celeste, hecha con la partición del sol,
sugeriría el techo o la cúpula. En este caso la idea de circularidad proviene
de tres menciones sucesivas acerca de la disposición que adoptan los que
presenciarán el combate; primero, cuando libran el campo "todos aderredor"
(v. 3605); luego, cuando se remarca la idea de que sólo los contendientes
pueden permanecer en el campo (Cfr. vv. 3608 y s.); por último, cuando se traba
el combate: "Todos tres por tres ya juntados son:/ Cuédanse que essora
cadran muertos los que están aderredor." (vv. 3621 y s.).
Si atendemos a la distribución de
las referencias resulta evidente que ella no es homogénea: existen zonas de una
mayor densidad y otras en que la densidad es prácticamente nula.
La primera referencia se encuentra en el camino de
la salida de Castilla. Luego, por más de 400 versos no hay menciones. La idea
reaparece en la toma de Castejón y, con gran intensidad, en la toma de Alcocer
y en la batalla contra Fáriz y Galve; esto es, acompañando las primeras
conquistas. Después apenas encontramos una referencia hasta la campaña de
Valencia, donde la idea vuelve a manifestarse con gran fuerza. Como es lógico,
tanto en las primeras conquistas como en la de Valencia, las alusiones se hacen
preponderantemente a través de las ideas de cerco
y de ronda en sus diversas
formas. Luego estas referencias desaparecen por más de 760 versos (un largo
"bache" que representa casi un 20% de la extensión total del Poema). Las alusiones reaparecen en las
vistas del Tajo, en el episodio del león y en la batalla contra Búcar. Al cabo
de 400 versos encontramos la que se refiere al robledo de Corpes, y 300 versos
después las correspondientes a las cortes de Toledo y a las lides de Carrión.
Sin embargo, entre las referencias de las cortes y las de las lides existe también
separación, esta vez de 200 versos —cómputos establecidos atendiendo
al texto paleográfico, sin tomar en consideración las lagunas marcadas por los
editores.
Si denominamos cada una de las
grandes zonas determinadas con un nombre clave que sintetice lo que acontece en
cada segmento, obtenemos la secuencia: Salida de Castilla — Primeras conquistas
— Campaña de Valencia — Reconciliación con el rey — Cobardía de los infantes —
Afrenta de Corpes — Reparación del Cid y Castigo de los infantes.
Situándonos en una perspectiva más
general, veremos que el gran bache de 760 versos que se extiende desde la toma
de Valencia hasta la reconciliación con el rey, divide la obra en dos
secciones: la primera se inicia con el exilio y culmina con el asentamiento del
Cid en Valencia; y la segunda comienza en la vistas del Tajo —recuperación del
favor real y primeros casamientos de las hijas del Cid— y culmina con el
castigo de los infantes y la apoteosis final del Cid. Con lo que claramente
puede verse que las referencias acompañan la estructura y los puntos
culminantes del plan de la obra.
Se habrá podido notar también que
el esquema circular se plantea en forma gradual, incluyendo cada vez mayor
número de elementos y aportando siempre nuevas perspectivas. Comienza haciéndose
mucho hincapié en el entorno, esto es, el perímetro circular o cerco y acaba
destacándose, cada vez más expresamente, la posición central [13].
Esta configuración no es privativa
del Cid, como queda explícito en la disposición circular del consejo del rey
Tamín e implícito en el dominio moro de las ciudades que habrá de conquistar.
Más bien parece ser un símbolo del señorío del cual el Cid va adueñándose
progresivamente. Esta "toma del centro" es particularmente clara en
la primera sección, que recapitula las primeras conquistas con la toma de
Valencia. La toma del centro, como ya se dijo, equivale a una nueva fundación:
la del espacio del Cid. Fundación, también gradual y progresiva, cuyo
crecimiento se manifiesta de múltiples formas, entre las que se destaca por ser
particularmente ilustrativa la del incremento de sus vasallos, que adopta una
conformación de círculos concéntricos: de los 60, que en Burgos constituían su
pequeño círculo —obviando la serie de incrementos intermedios— se pasa a 3600,
luego de la toma de Valencia.
Frente a este crecimiento, que
podríamos llamar "horizontal" en razón de su carácter
predominantemente espacial y cuantitativo, existe otro que podríamos denominar
"vertical" por su carácter eminentemente jerárquico y cualitativo. El
primero, como vimos, se desarrolla principalmente en la primera sección; en
tanto que el segundo se corresponde mayormente con la segunda.
En otras palabras, si bien este
crecimiento "vertical" se halla prefigurado en las sucesivas
embajadas, se inicia propiamente con la vuelta al favor real. Ese reencuentro,
con la humillación del héroe ante el rey, es lo que se halla en el centro
cuando el Cid pronuncia su acción de gracias ante la concurrencia de las vistas
del Tajo.
En el episodio del león, en medio
del cerco defensivo, está el escaño donde duerme el Cid; debajo de él se
esconde Fernando. Paul Olson[14] ha analizado
"in extenso" este modelo jerárquico, donde el Cid ocupa una posición
superior a la de los infantes, por lo que no insistiremos en él.
Si se observan detenidamente las
últimas referencias a la circularidad que contiene el Poema, esto es la del paisaje de la
afrenta, las de las cortes de Toledo y las de la lid de Carrión, se verá que
sólo la de las cortes parece aportar algún nuevo aspecto a esta configuración
circular de la imagen del Cid. El paisaje de la afrenta y los preparativos de
la lid de Carrión se nos presentan como casos atípicos que, junto con las
cortes, forman un conjunto cuya relación es de antecedente y consecuente. En
efecto, no habría cortes sin afrenta, ni lides sin cortes, o lo que es lo
mismo, no habría segundos casamientos, y consecuente crecimiento del status del
Cid —"Oy los reyes d' España sos parientes son" (v. 3724)— si no
hubiera existido la afrenta, y con ella, la rotura del vínculo entre el Cid y
los infantes.
Para eliminar la nefasta
influencia de los infantes, son necesarias la afrenta, las cortes y las lides;
cada una de ellas cumple un rol específico en la trama de esta desvinculación
total y definitiva: en la primera los infantes trasgreden la amistad del Cid y
la confianza del rey, en la segunda se obtiene la dcsvinculación legal de
ellos, y en la tercera el Cid se libra de las acusaciones de menos valer
echadas sobre su honra.
El texto mismo brinda apoyaturas
para la consideración del rol central de las cortes. En ellas el Cid se
manifiesta por primera vez ocupando expresamente la posición central: cuando
llega rodeado por cien de sus vasallos y "El va en medio, e los ciento
aderredor". Al mismo tiempo conviene notar que este verso se encuentra
aproximadamente a medio camino de la descripción del robledo y la demarcación
del campo para la lid; existen, por cierto, otras referencias a la circularidad
entre las planteadas, pero éstas sirven a los efectos de reiterar la idea y de
presentar aspectos concomitantes y secundarios [15]. Esta
perspectiva se ve reforzada por el hecho de que el Cid esté ausente tanto en la
afrenta como en las lides; a pesar de que sus hijas o sus combatientes para las
lides puedan asumirse como proyecciones suyas. A este respecto parece oportuno
destacar que, en el vocabulario del Poema,
el
concepto de "centro" sólo aparece representado por la palabra medio[16], presente aquí en el citado verso
de las cortes. Esta posición, generalmente ocupada por el Cid o sus enviados,
es sin duda una posición privilegiada: en el punto central, sin dimensión, se
hallan virtualmente contenidos todos los puntos de la circunferencia. Desde una
perspectiva inversa, cada punto de la circunferencia no es más que una proyección
del centro [17]. En este
sentido, y de acuerdo con este simbolismo geométrico, puede comprenderse cómo
los vasallos leales del Cid comparten la fortuna y vicisitudes del héroe —y
hasta cierto punto sus virtudes— como proyecciones de un prototipo heroico; ello
explica, por otra parte, las actitudes compartidas y los movimientos conjuntos
que se atribuye al sujeto colectivo "los del Campeador".
Centrándonos en las cortes cobra
especial relieve, desde el punto de vista argumental, la victoria jurídica allí
obtenida y el que sus hijas sean solicitadas para nuevos matrimonios con los
infantes de Navarra y Aragón.
Sin embargo, toda la magnitud de
esta victoria y centralización del Cid no puede comprenderse en su plenitud,
sin considerar el rol que en el nivel mítico cobran la afrenta y las lides.
La relación entre la afrenta y las
lides tiene también una profunda apoyatura textual. En ambos casos se trata de
un recinto, cuyos límites, idealmente circulares, revelan claramente una
discontinuidad del espacio; en la afrenta, el contraste se establece entre el
exterior, siniestro y espantable, y el interior acogedor con su vergel y su
fuente; "locus amoenus"[18] que por su
reminiscencia paradisíaca le confiere un cierto hálito sacral [19]. En el caso de
la lid, la división del espacio entre sagrado y profano se hace más evidente: el
campo demarcado es donde se manifestará el juicio de Dios; por otra parte, en
la tradición indoeuropea, y particularmente en la germánica, la justicia y el
derecho siempre revisten un carácter sacral [20]. En el
interior de ambos recintos se produce un derramamiento de sangre: en el caso de
la afrenta la de las hijas del Cid y, en el de la lid, la de los infantes de
Carrión. El vocabulario mismo, que se emplea en ambos episodios presenta
abundantes notas comunes y hasta la casi exclusividad en el uso de ciertos
vocablos [21].
A la vista de estos elementos se
advierte que, sea por el martirio sufrido en Corpes [22] o por la
victoria obtenida en la lid, el Cid y su linaje conquistan la posición central,
al tiempo que se liberan de la sombra de Carrión.
La fundación, que ritualmente se
acompañaba con un derramamiento de sangre[23], se produce
desdoblada en dos secuencias: en la afrenta como liberación y en las lides como
reconstitución del orden.
En la culminación de este ascenso
en el plano "vertical" o jerárquico, la irradiación del centro
alcanza su plenitud "A todos alcança ondra por el que en buen ora
nació" [24].
Existen desde luego otros
elementos del PMC que sugieren
también una configuración circular. Ellos reflejan otros aspectos del universo
de la obra; por cierto concomitantes y complementarios con el que
desarrollamos, sobre los que volveremos en una próxima oportunidad [25].
© Carlos Alberto Messuti, 1990
[1] Cfr. Dunn, Peter N. "Levels of meaning in the
PMC", en: MLN, LXXXV (mar. 1970), pp. 109-119, y "Theme and myth in
the Poema del Cid", en: Romania, XCV ( 1974), pp. 348-369; Rodríguez-Puértolas, Julio,"El PMC:
nueva épica y nueva propaganda", en: "MioCid"
Studies, edited by Allan Deyermond, London, Tamesis Books Ltd., 1977, pp.
141-159; Lacarra, María Eugenia, El 'PMC' :
Realidad histórica e ideología. Madrid, Porrua Turanzas, 1980; Montaner Frutos,
Alberto "El Cid: Mito y símbolo", en: Boletín del Museo e Instituto "Camón Aznar", XXVII (1987) pp. 121-340.
[2] Montaner
Frutos (ob. cit.) plantea la existencia de tres niveles de
significación: un nivel expresivo y dos connotativos: el nivel ideológico y el
nivel mítico.
[3] Sobre
la imagen mítica del Cid, aunque a veces confundiendo lo mítico con lo
alegórico, o el trasfondo mítico exterior a la obra con el nivel
mítico inmanente a ella, además de los estudios citados,
véase: Navarro, Alberto, "El mito del Cid", en : Atlántida, VII, 2 (1964) pp. 5-22; Bandera Gómez, Cesáreo, El "PMC". Poesía, historia y mito. Madrid, Gredos,
1969; Huerta, Eleazar, Indagaciones épicas, Santiago de
Chile, Estudios Filológicos, anejo 2,1969, y "Conjunción de
mito y estilo en el Mío Cid", en: Boletín
de filología de la Universidad de Chile, XXIII-XXIV (1972-1973) pp.
145-244.
[4] El vocablo "alrededor", entre sus dos
formas: "aderredor" y "derredor", presenta 16 ocurrencias
(vv. 60, 466, 560, 637, 937, 2038, 2390, 2699, 3106, 3122, 3341, 3385, 3587,
3605, 3608 y 3622); "arobda", 3 ocurrencias (vv. 658, 660 y 694);
"arobdar", 1 (v. 1261); "cerca", 1 (v. 664); "cercar", 12(vv. 655,
1099, 1105, 1119, 1191, 1191, 1192, 1204, 2285, 2293, 2312, 2390 y 3335), y "redondo", 1 (v. 554). Para la
preparación del presente listado recurrimos a: Waltman, Franklin M., Concordance to "PMC", University Park, Pennsylvania State University
Press, 1972. Atentos a las advertencias formuladas por René Pellen respecto de
esta obra (Cahiers de Civilisation Médiévale, XVII, 2,1974, pp. 187-188)
acudimos a su "PMC, Vocabulaire réduit (Vocables avec leur frequence
globale et leur frequence par chant)", en: CLHM, II (1977), pp. 171-251, y III (1978), pp. 155-267, para controlar el
listado. Lamentablemente no hemos podido acceder a su obra: "PMC". Dictionnaire lemmatise deformes et des references, /, Paris, Université de Villataneuse,1979.
[5] Las citas se hacen siguiendo la edición paleográfica
de Menéndez Pidal (CMC. Texto, gramática y vocabulario, 4a. ed., Madrid, Espasa-Calpe,
1964). Puntuación, separación de palabras, empleo de mayúsculas y acentos se
hace según el uso moderno. Se han corregido sólo dos errores de copia en los
vv. 60 y 2293.
[6] W.S. Hendrix ("Military tactics in the
PMC", en: Modern Philology, XX, 1922, pp. 45-48) y Luis Beltrán ("Conflictos
interiores y batallas campales en el PMC", en: Híspanla, LXI, 1978, pp. 235-244), quienes comentaron las estrategias militares del Poema, nada dicen sobre este esquema defensivo, acaso por ser demasiado
simple y obvio.
[7] Cfr.
Foster Hopper, Medieval number
symbolism, N.Y., 1969, p. 102, y Guenon, René, Le symbolisme de la
croix, 3a. ed., Paris, Les Editions Vega, 1970, p. 45 y s.,
n. 9.
[8] Henk
De Vries en su artículo "Nueve meses (CMC,
1209)"
(La Coránica, XII, 1,1983, pp. 116-118) y luego
Montaner Frutos (ob. cit. p. 225)
relacionan el período de gestación. En lo que proponemos, el
simbolismo de los números refleja sintéticamente lo planteado por el texto;
para la otra explicación, en cambio, hay que acudir, por ejemplo, a lo que
escribió Ibn Bassam sobre el cerco de Valencia (cfr. De Vries, p. 117).
[9] Cfr. Burckhardt, Titus, Principios y métodos del arte sagrado, Buenos Aires, Lidium, 1982, p. 17 y Símbolos, Barcelona - Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, 1982, p. 19, n.
13. Múltiples ejemplos y aplicaciones que confirman ampliamente esta concepción
del espacio en la antigüedad y en la edad media pueden hallarse en: Eliade,
Mircea, Tratado de historia de las religiones, 6a. ed., en español, México,
Ediciones Era, 1986, cap. X; El mito del
eterno retorno, Arquetipos y repetición, 2a. ed., Buenos Aires, Emecé, 1968, cap. I; y Lo sagrado y lo profano, 5a. ed., Barcelona, Labor, 1983, cap.
I.
[10] Cfr.
vv. 62 y 1268; a pesar del sentido asignado por Menéndcz Pidal (ob. cit. p. 560, 14 y ss.).
[11] "La
Afrenta de Corpes, novela psicológica", en: NRFH, XIII (1959), pp. 291-304.
[12] Esta confusión es una secuela del psicologismo con
que se encara el análisis.
[13] Esta
perspectiva central, primero implícita y luego expresa, es la que autoriza a
considerar todas estas denotaciones como idealmente
circulares; en efecto, toda figura considerada desde su centro
es, en cierta medida asimilable a la idea de circularidad, desde que dicha
figura al ser rotada siempre configura un área circular.
[14] "Symbolic
hierarchy in the lion episode of the CMC", en MLN, LXXVII (1962), pp. 499- 511.
[15] Nos
referimos a las localizadas en los vv. 3335, 3341, 3385 y 3587.
[16] Este
vocablo presenta 9 ocurrencias; ellas corresponden a los vv. 182, 427, 599,
751, 2283, 2931, 3106, 3611 y 3680.
[17] El
diseño que queda explícito al fin del Poema es el de una circunferencia con su
punto central. Este signo es en muchas culturas el símbolo del sol, y en la
alquimia, lo es también del oro, por ser el oro "el sol de los
metales" (Cfr. Burckhardt, T. Alquimia,
Significado e imagen del mundo, Barcelona, Plaza & Janes, 1976, pp. 89 y ss.).
Curiosamente hacia el fin del Poema
la
luminosidad, que siempre proviene del Cid o de sus objetos, se acentúa sea a
través de sus vestiduras "tan blancas como el sol", o cuando saca las
espadas que "relumbran" en la corte o en la lid; de modo que parece
haber una irradiación lumínica que, al culminar el Poema, colabora en la manifestación de la naturaleza del
Cid. Por otra parte ello aclararía el carácter de héroe solar, que varios
críticos, entre ellos Montaner Frutos, le han atribuido.
[18] Cfr.
Curtius, Robert Ernst. Literatura europea y
edad media latina, México, FCE, 1975, p. 280 y 288.
[19] El
poeta —usualmente tan parco— se detiene a referir entretelones de una leyenda
local bastante siniestra, si entendemos que, en otro tiempo, alguien de las
proximidades llamada Elfa, fuera encerrado en una cueva. Sea que se trate de un
ser mitológico, como supone Menéndez Pidal (En torno al "Poema del Cid", Barcelona,
E.D.H.A.S.A., 1963, pp. 181 y ss.) o un personaje local, como cree H.W.
Hodcroft (La Coronica, XII, 1,1983, p. 124), creo que la atención debe
centrarse en el hecho inusual que se relata. Cabe la posibilidad de que forme
parte de un conjunto de indicios que permitirían el reconocimiento de un
espacio cualitativamente distinto; a este respecto Lévy-Brühl plantea que:
"la localización sagrada no se presenta nunca aisladamente al espíritu.
Forma siempre parte de un complejo en el que entran con él las especies vegetales y animales que abundan allí
en ciertas estaciones, los héroes míticos que vivieron, erraron, crearon allí y que a menudo se han incorporado al suelo, las ceremonias
que se celebraban allí periódicamente y finalmente las emociones suscitadas por
ese conjunto" (L'experience et les
symboles chez les primitifs, Paris, 1938, p. 183, citado por: Eliade, Tratado de historia de las religiones p. 328, el subrayado
es nuestro).
[20] Cfr. Vélez Mariconde, A., "El proceso penal en
España antigua y del alto medioevo", en: Boletín de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, XII, 1, pp. 3-50), y Benveniste,
Emile, Vocabulario de las instituciones indoeuropeas, Madrid, Taurus, 1983, pp. 297-310. En la Saga de Egil Skallagrimsson puede leerse el siguiente pasaje: "El lugar donde se reunía el
tribunal era un campo llano donde habían hecho un círculo con postes de
avellano unidos con cuerdas, a las que llamaban Ataduras Sagradas; dentro del
círculo se sentaban los jueces" (Snorri Sturluson. Saga de Egil Skallagrimsson. Introducción, traducción y notas de Enrique Bernárdez.
Madrid, Ed. Nacional, 1983, pp. 277 y s.).
[21] Nos referimos especialmente al uso del adjetivo
"limpio", siempre usado en femenino: "limpia", que en la
afrenta se refiere a la fuente que se halla en el interior del robledo y a la
sangre de las hijas del Cid que se derrama sobre los ciclatones; en la lid, se
halla asociada a la espada Colada cuando Martín Antolínez la empuña contra
Diego González. Este adjetivo se usa sólo una vez más; en el v. 1116, donde se
habla de la "linpia christiandad". Es relevante también el uso de la palabra
"sangre", la reaparición de las espadas —con las que piden la muerte
las hijas del Cid en Corpes y que, recuperadas en las cortes, sirven a la hora
de la venganza— y de las cinchas —que antes sirvieron para golpear a Elvira y
Sol, y aquí se quiebran haciendo caer a tierra a Femando.
[22] Cfr. Nepaulsingh, Colbert I. "The Afrenta de
Corpes and the Martyrological Tradition", en: HR, LI, 1983, 205-221; antes
resumen en: La Coránica, IX, 1, 1980, pp. 5-6.
[23] Cfr. Eliade Lo sagrado y lo
profano, pp. 52 y ss.
[24] Además
de las palabras que denotan esta configuración circular, existen: 1) vocablos
como medio y todos,
que
connotan la circularidad —en este caso, a través de las ideas de
"centro" y de "totalidad" o "plenitud",
2) algunos numerales que lo connotan por vía de su simbolismo — en
el presente trabajo hemos tenido muestra de ello con los números 9 y 10 del
cerco de Valencia, o con el incremento concéntrico de las tropas
del Cid— y, 3) casos en que el simbolismo numérico y los vocablos que connotan
circularidad se suman para proponer esta idea de circularidad, como ocurre en
la reunión del Cid con su familia y su entrada triunfal en Valencia.
[25]
Quiero
agradecer al Dr. Joseph Snow, que allegó las fotocopias de la Concordancia de F. Waltman, facilitándome el trabajo, y a los integrantes
del SECRIT quienes pacientemente escucharon la lectura de la primera redacción
del mismo, en especial al Dr. Germán Orduna y al Prof. Leonardo Funes que
aportaron valiosas sugerencias para la versión definitiva.