ACERCA DE LA UTILIDAD DE UNA
COMPARACIÓN ENTRE LA SAGA DE EGIL SKALLAGRIMSSON Y EL POEMA DE MIO
CID |
Por
Carlos Alberto Messuti |
Publicado en: Incipit, VII (1987), pp. 119 –
126. |
Hace sólo cuatro años que algunas de las sagas
islandesas han sido traducidas al castellano, abriendo las puertas de un
mundo inexplorado para los lectores de habla hispana que no podemos
preciarnos de conocer el islandés. Todo lo cual debemos a la labor de Enrique
Bernárdez, catedrático de la Universidad Complutense, que ha develado para
nosotros no sólo muchos de los textos de los Edda, sino también los de varias
de las más importantes sagas[1] . La Saga de
Egil Skallagrimsson es acaso una de las mas extensas e importantes y de mayor
valor literario; en ella se advierte que el autor y su público gustaban de
las genealogías: la historia se inicia mucho antes del nacimiento de Egil,
con los hechos de su abuelo Kveld-Ulf y concluye con una disputa de su hijo
Throstein Egilsson y la muerte del personaje central. El relato abunda en
riñas, litigios, aventuras, batallas, saqueos y celebraciones. Pero por sobre
todo Egil es un gran poeta. Acaso el más grande representante de la poesía
escáldica[2] ; por lo que muchos de sus versos se incluyen
en la obra. Tratándose de
una narración, la saga se vincula con una vasta narrativa medieval que incluye al Beowulf, la
Chanson de Roland y el Poema de Mio Cid. Incluso puede decirse
que, de las mencionadas, con la que presenta mayor afinidad es con el Poema
de Mio Cid, si atendemos a que ambas obras se caracterizan por el
realismo y la exactitud con que son presentados los sucesos que ellas
relatan, tales como itinerarios, localizaciones históricamente comprobables,
cantidades y otros datos que hacen a la verosimilitud de la narración. Pero por
tratarse de una obra que desde siempre fue concebida en prosa —aunque a veces
con recursos poéticos como la aliteración— se separa de aquellas compuestas
en verso. Por tanto no parecía conveniente realizar una comparación. Por otra
parte, ¿podía el neófito en materia escandinava —y por ello entendemos
principalmente la dificultad idiomática— aplicarse a realizar algunas
comparaciones? Sin embargo mi
estudio de los numerales [3] me proporcionaba un dominio bien conocido
en el Poema de Mio Cid y, como es sabido, los números constituyen un
lenguaje universal que desconoce barreras idiomáticas. Por cierto, no podemos
aspirar a hacer aquí un verdadero estudio y comparación de los numerales que,
en sentido estricto, requeriría, al menos, de una localización de aquellos en
el texto original, por lo que dejamos para otra oportunidad y espacio el
tratamiento de este problema con la amplitud, seriedad y dedicación que
requiere. Por ahora lo
que sí puede hacerse en un primer —y muy breve— intento, es mostrar la
proximidad que, más allá de las formas que cada obra reviste, hay entre
ellas. Esto haremos destacando: 1) algunas costumbres e instituciones
comunes; 2) el fondo cultural pagano que en la Saga de Egil se presenta con plenitud
y que apenas si se entrevé en el Poema de Mio Cid—, 3) alguna
similitud argumental que existe en el pasaje donde se relatan los hechos de
Thorolf y su suerte con el rey Harald; 4) los contextos inmediatos de los
numerales, que suelen ser iguales, semejantes o equivalentes a los que
presentan los numerales en el Poema de Mio Cid. Por último nos
referiremos a un caso concreto que permitirá ver cómo este estudio comparado
puede auxiliarnos en la solución de algunos problemas que plantea el texto
español. En cuanto a lo
primero, puede advertirse, por ejemplo, que en la Saga de Egil
Skallagrimsson, el rey Harald jura "no cortarse el cabello ni
peinarse hasta que fuera jefe único de Noruega" [4] ; actitud semejante adopta el Cid, quien,
al perder el amor del rey Alfonso y ser desterrado, se dejará crecer la
barba. En ambas obras también se hace referencia al
grave insulto de cortar o mesar la barba. Recuérdese la escena de las Cortes
de Toledo en que el Cid retrae a García Ordóñez el haberle mesado la barba en
el castillo de Cabra. En la Saga Egil corta la barba de Armond por haberlo
insultado. Desde el punto
de vista de las instituciones, y conforme a la costumbre germana, en varias
ocasiones se acude al Thing o asamblea legislativa presidida por el rey para
resolver los litigios que se plantean en la Saga; en el Poema de Mio Cid esta
es la función que cumplen las Cortes de Toledo, donde el Cid lleva el litigio
que tiene con los infantes de Carrión por haber afrentado a sus hijas en el
Robledo de Corpes. El recinto del Thing es sagrado; en la Saga de Egil se lo
describe como circunscripto por postes de avellano unidos por cuerdas a las
que llamaban Ataduras Sagradas. La demarcación de campo en los duelos de
Carrión, recinto donde también se hará justicia, puede tener alguna relación
con el campo en que se realiza el Thing, tanto más cuando muchos de los
litigios de la Saga llevados a esa Asamblea son definidos por un duelo. Pese al
carácter sagrado que reviste el espacio donde se reúne el Thing, donde no
pueden llevarse armas, los oponentes en la Saga acuden armados o irrumpen
armados en el recinto o las portan ocultamente; tal como el Cid en las Cortes
de Toledo, cuando esconde su espada entre las ropas. Como no es difícil que
algunas disputas se resuelvan por la fuerza, los oponentes en la Saga suelen
llevar un séquito de guardia formado por familiares, criados y amigos; así
también acuden ambos bandos a las Cortes de Toledo en el Poema de Mio Cid. Tal
como en el Poema, en la Saga de Egil Skallagrimsson el príncipe delega
la función judicial en un grupo de jueces. Otra
institución que aparece en las dos obras es la de alimentar y educar en la
propia casa un hijo extraño, de donde viene a llamárselo "criado".
En el Poema tal es el caso de Muño Gustioz, contendiente de Asur González en
la lid de Carrión, de quien dice el Cid: "En buen hora te crie a ti en
la mi cort" (v, 2902). En cuanto al
segundo punto —esto es, el fondo cultural pagano—, conviene advertir que Egil
es hábil conocedor de encantamientos a través de las runas, y que él y los
suyos se fían de presagios y premoniciones, tal como el Cid se fía de los
agüeros en el vuelo de las aves y de los presentimientos cuando envía a Félez
Muñoz para cuidar a sus hijas en el viaje a Carrión. Claro que en el Poema
de Mio Cid todo ello está muy atenuado —más de lo que otros, como Eleazar
Huerta [5] , han querido ver— por el carácter
predominantemente cristiano que tiene el Poema, mientras que en la
Saga de Egil no existe ninguna limitación de este tipo. Por lo que, si bien
Egil y el Cid, en cuanto personajes, bien pueden ser comparables bajo muchos
aspectos —como su fortaleza física y moral, su arrojo y valentía—, la gran
diferencia que abre un abismo entre las dos obras está en el horizonte moral
y religioso en que cada héroe se encuadra. En tercer lugar hemos mencionado cierta
similitud entre los hechos que relata el Poema de Mio Cid y la suerte
de Thorolf en la corte del rey Harald. En el Poema, el Cid es desterrado
porque, al parecer, sus enemigos lo han acusado ante el rey de apropiarse de
algo del tributo que él debía recaudar [6] . Más tarde los infantes de Carrión
tratarán de arrebatarle su honra. En la Saga, Thorolf, tío de Egil, deja la
casa de su padre Kveld-Ulf y marcha a la corte del rey Harald, donde luego de
demostrar su valor en los combates, no tarda en convertirse en hombre muy
rico y poderoso. Thorolf es honesto y leal a su rey, pero los dos hijos de
Hildirid, sus enemigos en un litigio de herencia, lo calumnian en la corte
acusándolo de quedarse con parte de los tributos que era su deber recaudar.
Al ver su impotencia para desembarazarse de estas insidias, Thorolf abandona
la corte. Sus posesiones son confiscadas y entregadas a los hijos de
Hildirid, que con nuevas intrigas logran que el rey persiga y acabe con
Thorolf. El fin trágico del héroe en la Saga, y algunas diferencias en su
carácter, más vehemente y orgulloso, no impiden que estos pasajes puedan ser
comparados con diversa utilidad. En nuestro
cuarto punto nos propusimos destacar la semejanza, equivalencia o igualdad de
los contextos inmediatos de los numerales en el Poema y en la Saga. Tanto en
uno como en otra los contextos en que aparecen suelen ser los mismos: uno de
los más frecuentes es el de los acompañamientos, es decir, la explicitación
de la cantidad de hombres que integran el séquito, la guardia, o simplemente
la compañía de un personaje dado en una circunstancia determinada. Otro caso
puede ser el del número de muertos, en cierto combate, por un determinado
personaje —casi siempre el héroe en el caso de la Saga de Egil. Le sigue en
importancia el número de objetos que integran un determinado botín, tributo o
don, y en ocasiones su valor expresado en alguna moneda o cantidad de piezas
de metal precioso. Otros pueden ser las medidas temporales, los ordinales en
una enumeración y los fraccionarios en una partición. Estas semejanzas entre
contextos inmediatos de los numerales denotan el marco guerrero en que se
mueven los personajes de ambas historias: con acompañamientos o séquitos,
lidiando en combates, capturando botines o colectando parias. La ventaja que
presenta la comparación de los numerales del Poema de Mio Cid. con los
de la Saga de Egil Skallagrimsson, frente a otras obras, como la Chanson
de Roland, o el Beowulf, consiste en que: 1) Se encuentran
contextos afines en ambos casos; aunque, por cierto, la variedad de estos es
mucho menor en la Saga que en el Poema. 2) También guardan
bastante afinidad las cantidades, que se mantienen dentro de la verosimilitud
y el realismo que caracterizan a ambas obras; por lo que se separan a su vez
de otras como la Chanson de Roland. 3) Hay también
afinidad en la frecuencia y cantidad de numerales que presenta cada una de
ellas (si bien las del Cid parecen mayores), con lo que se separan aquí del Beowulf
que presenta bastante pocos. Por supuesto,
todos estos datos habrán de ser revisados en el momento de realizar el
tratamiento por extenso que la cuestión amerita, pero estamos convencidos de
que estas apreciaciones tienen validez en términos generales. Como prueba de la utilidad de la que venimos
hablando, vamos a plantear un problema concreto del texto del Poema de Mio
Cid que ha dado bastante que hablar a la crítica especializada. Hay
ocasiones, en el Poema, en que un sujeto dual lleva un verbo en
singular. Tal es el caso del primer
hemistiquio del v. 136, donde leemos la fórmula "Dixo Rachel &
Vidas" [7] , que vuelve a repetirse en los vv. 139 y
146, y reaparece en el 1437. En
cambio, en el v. 172, el verbo se usa en plural; allí dice: "Gradanse Rachel
& Vidas con aueres moneda dos", lo que descartaría que el uso en
singular pueda deberse a la situación del verbo. Por otra parte, hacia el
final del Poema, en el v. 3422, vuelve a darse otro caso; allí dice
"Levantos en pie Oiarra & Ynego Ximenez". De modo que
tampoco se trata de un caso aislado y confinado a una sección del Poema. Según Colin Smith, esta anomalía tampoco sería
explicable como "una imitación del árabe (que también tiene así el verbo
cuando este precede a sujetos múltiples)" [8] . Algunos, como Eleazar Huerta y Ian
Michael [9] , piensan que esto puede tener
relación con la característica que presentan los personajes dobles, de hablar
o reaccionar como si se tratase de uno solo. Hipótesis muy interesante pero
que no termina de explicar por qué el fenómeno tiene lugar en presencia de
estas dos parejas de personajes o en estas circunstancias. Pues bien, en dos oportunidades en la Saga de
Egil se usa el verbo en singular para referirse a un sujeto dual. Esta información tan precisa me viene de
un comentario que Georges Dumézil en su libro sobre los dioses de los
germanos, donde dice que los dioses Vanes, Freyr y Njordr, están tan
estrechamente unidos y tienen tan idéntica función, que un poeta —que no es
otro que el Egil de nuestra Saga— "no temió poner en singular el verbo
del que los dos dioses representan el sujeto", y traduce parte de la
estrofa 16 de la Arinbjarnakvida donde dice: pero es que a este Arinbjorn Freyr-y-Njordr lo ha dotado de abundancia de bienes [10]
Y
en otra parte de la misma obra Dumézil traduce otros versos de Egil y hace
especial referencia al fenómeno a que aludimos; traduce: "Freyr y
Njordr, haz (con el verbo en singular [apunta Dumézil]:...) que el opresor
del pueblo huya de sus tierras!" [11] . Freyr y Njordr
son dioses de la riqueza, la fecundidad y la fertilidad. Ellos se encuadran, en el esquema
trifuncional indoeuropeo —así denominado por el propio Dumézil— entre las
divinidades de la tercera función, a la que corresponden la riqueza y. la
fertilidad. Aquellos que conozcan la obra de Dumézil recordarán que la
primera y la segunda función corresponden a las actividades sacerdotal y
guerrera respectivamente [12] .
Cabe mencionar que de estas últimas, y de su relación con el Poema
de Mio Cid, se ha ocupado Adrián García Montoro en su artículo "La
épica medieval española y la 'estructura trifuncional' de los
indoeuropeos" [13],
por lo que no insistiremos ahora. Sin
embargo, no considera allí esta tercera función, por lo que conviene que
expliquemos que en las creencias, mitos y relatos de los pueblos
indoeuropeos, aquellos que pertenecen a esta función comúnmente presentan la
característica de ser dos gemelos como los dioscuros, Cástor y Pólux, de la
mitología griega, o los gemelos Ashvin, Nakula y Sahadeva, del Mahabharata[14] ; caso extraño el de la mitología
escandinava que los hace padre e hijo, aunque estrechamente unidos y con
iguales atribuciones. La geminación de personajes en una y otra obra
bien puede ser característica de la vinculación que ellos tengan con esta
tercera función. En la Saga de Egil, por ejemplo, se dice que los hijos de
Hildirid son dos, pero nunca que fueran gemelos, sin embargo, la semejanza de
sus nombres, Harek y Horek, y el hecho de que siempre uno de ellos actúe por
los dos, hacen que pueda suponerse una geminación. La codicia que manifiestan
por los bienes de Thorolf, sus riquezas, los encuadra dentro de la tercera
función. Volviendo ahora al Poema de Mio Cid y a
la cuestión que nos ocupa, puede notarse que los judíos Raquel y Vidas
representan otro caso de geminación y resultan verdaderos representantes de
la riqueza dentro de la obra; y que si se usa el verbo en singular algunas
veces, es porque en el fondo se trata de un desdoblamiento del mismo sujeto
de atribución; de la misma forma, Ojarra e Iñigo Jiménez, los que piden la
mano de las hijas del Cid para sus segundos casamientos con los infantes de
Navarra y Aragón, representan la fecundidad y verdadera fertilidad del linaje
del Cid, como deja ver la alabanza: "Oy los rreyes de España sos
parientes son". De esta
manera, y dado que entre ambas obras es muy improbable que haya existido un
contacto directo, sólo cabe la explicación de que un mismo elemento del
sustrato cultural indoeuropeo haya aflorado en ambas [15] . © Carlos Alberto Messuti, 1987 |
[1]
Snorri
Sturlusson, Saga de Egil Skallagrimsson, Madrid, Editora Nacional,
1983; Sagas islandesas, Madrid, Espasa-Calpe, 1984. Véase también
Snorri Sturlusson, Textos mitológicos de las Eddas, Madrid, Editora
Nacional, 1982.
[2]
Buenos Aires, Falbo, 1965, pp. 136 y ss.
[3] Carlos A. Messuti,
"La afrenta de Corpes, en el corazón de la noche",
comunicación leída en las Primeras Jornadas de Literatura Española Medieval
celebradas en Buenos Aires los días 5-7 de septiembre de 1985 (inédita) y
"Elementos y pautas generales para un estudio del número en el Poema de
Mio Cid",
Tesis de Licenciatura (inédita).
[4] Ob. cit., p. 100.
[5] Cf.
"Conjunción de mito y estilo en el 'Mio Cid'", Boletín de
filología de
la Universidad de Chile, XXIII-XXIV (1972-1973), 145-244.
[6] Ello se deduce en
buena parte de la conversación que sostiene Martín Antolínez con los judíos de
Burgos.
[7] Las citas del Poema
se hacen siguiendo la edición paleográfica de Menéndez
Pidal publicada en Cantar de Mio Cid. Texto, gramática y vocabulario, Madrid,
Espasa-Calpe, 1946.
[8] Poema
de mio Cid, Madrid, Cátedra,
1978, p. 278.
[9] E. Huerta, op.cit.,
pp. 163 y ss.; I. Michael, Poema de mio Cid, Madrid,
Castalia, 1978, p. 37 nota.
[10] Los
dioses de los germanos, Méjico,
Siglo XXI, 1973, p. 123.
[11] Id.,
p. 8; en los dos casos
citados, Bernárdez corrige el texto y pone el
verbo en plural.
[12] Para la trifuncionalidad
también nos ha sido de utilidad Emile Benveniste,
Vocabulario de las instituciones indoeuropeas, Madrid, Taurus, 1983.
[14] Sobre esta pareja de
personajes, véase G. Dumézil, Mito y epopeya, I, Barcelona, Seix Barral,
1977, p. 52.
[15] Deseo expresar mi
agradecimiento al Dr. Germán Orduna quien, con su habitual
gentileza, leyó la primera versión de este trabajo y me aportó valiosas
sugerencias para su redacción definitiva.